REFLEXIONES SOBRE EL BUEN PASTOR ANUNCIADO POR LOS PROFETAS

D. Esteban Belmonte.
Párroco de San Pedro Apóstol y Consiliario de nuestra Hermandad.
En la larga espera del Antiguo Testamento, los Profetas anunciaron, con siglos de antelación, la llegada del Buen Pastor, el Mesías, que guiaría y cuidaría amorosamente su rebaño. Sería un pastor único (Ezequiel 34, 23), que buscaría a la oveja perdida, vendaría la herida y curaría a la enferma (Ezequiel 34, 16).
Con Él las ovejas estarían seguras y, en su nombre, habría otros buenos pastores con el encargo de cuidarlas y guiarlas. Yo soy el buen pastor, (Juan 10, 11) dice Jesús. Él conoce y llama a cada una de las ovejas por su nombre (Juan 10, 3). ¡Jesús nos conoce personalmente, nos llama, nos busca, nos cura!
No nos sentimos perdidos en medio de una humanidad inmensa y sin nombre: Somos únicos para Él. Podemos decir con exactitud: Me amó y se entregó por mí (Gálatas 2, 20). Ningún cristiano tiene derecho a decir que está solo: Jesucristo está con él.
Además del título de Buen Pastor, Cristo se aplica a sí mismo la imagen de la puerta por la que se entra al aprisco de las ovejas, que es la Iglesia. Jesús ha dispuesto que haya en su Iglesia buenos pastores para que en su nombren guarden y guíen a sus ovejas (Efesios 4, 11). Por encima de todos y como Vicario suyo en la tierra estableció a Pedro y a sus sucesores (Juan 21, 15-17), a quienes hemos de tener una especial veneración, amor y obediencia. Junto al Papa, y en comunión con él, a los obispos, como sucesores de los Apóstoles. Los sacerdotes son buenos pastores, especialmente en la administración del Sacramento de la Penitencia, donde nos curan de todas nuestras heridas y enfermedades.
Cuatro son las condiciones que debe reunir el buen pastor: En primer lugar el amor: fue precisamente la caridad la única virtud que el Señor exigió a Pedro para entregarle el cuidado de su rebaño. Luego, la vigilancia, para estar atento a las necesidades de las ovejas. En tercer lugar, la doctrina, con el fin de poder alimentar a los hombres hasta llevarlos a la salvación. Y finalmente la santidad e integridad de vida; ésta es la principal de todas las cualidades (Santo Tomás de Villanueva, Sermón sobre el Evangelio del Buen Pastor).
Cada uno de nosotros necesita un buen pastor que guíe su alma, pues nadie puede orientarse a sí mismo sin una ayuda especial de Dios. Es una gracia especial de Dios poder contar con esa persona llena de sentido humano y sobrenatural que nos ayude eficazmente.
Pero es importante acudir al que es verdaderamente buen pastor para nosotros, aquel a quien el Señor quiere que acudamos. Nuestra Madre nos ayudará a encontrar el camino seguro que nos conduce a Cristo.

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