ARTÍCULOS SOBRE DOÑA ENCARNACIÓN MOLINA EN LA VOZ DE ALMERÍA




Artículo de D. Juan ANtonio Barrios para la Voz de Almería.


D. Alfredo Casas, en su artículo de la Voz de Almería,

nos acerca a una Encarnación Molina que nos dice:
"Todos necesitamos
formación pero los cofrades también,
primero religiosa, y después
lo que son los grupos de formación
a nivel sectorial: vocales de culto,
secretarios, tesoreros..."

CONTINUISMO Y RENOVACIÓN EN LA ELECCIÓN DE PRESIDENTE DE LA AGRUPACIÓN DE HERMANDADES Y COFRADÍAS DE ALMERÍA

La nueva presidenta electa de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Almería,


Doña Encarnación Molina.


Al fondo, el ex presidente charla amistosamente con el Hermano Mayor del Perdón


en el centro el Hermano Mayor de la Virgen del Mar.


Fotografía: D. Juan Antonio Barrios.



La nueva presidenta electa y la Hermana Mayor de Coronación.


Fotografía: D. Juan Antonio Barrios.


Tras la votación, en la que 13 votos para Dña Encarnación Molina, 10 votos para D. Juan R. Aguilera y un voto en blanco decidieron el nuevo presidente electo. Doña Encarnación Molina es, desde anoche, la presidenta electa de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Almería.



La primera mujer elegida para este puesto es delineante y diseñadora de interiores de profesión. Imparte clases de cerámica en un colegio de primaria y es integrante del equipo cofrade La Voz de Almería y la Cadena Ser. Pertenece a la Hermandad Juvenil del Santo Cristo del Perdón casi desde su fundación. En ella ha participado siempre de manera activa, perteneciendo a su junta directiva en distintos mandatos. En este órgano de gobierno del Perdón ha destacado por ser la persona responsable de la Liturgia. En el último mandato de la Agrupación de Hermandades y Cofradías ha sido la vocal de Espiritualidad y Formación de la Junta de Gobierno. Además está muy vinculada a la Parroquia de San José de Almería desde siempre, donde colabora como catequista y en la administración de la comunión a los enfermos. También forma parte del Consejo de Laicos de la Diócesis de Almería.



La recién elegida presidenta de la Agrupación de Hermandadesy Cofradías, que toma el relevo de José Antonio Sánchez Santander, estará acompañada en su futura Junta de Gobierno por Francisco López Moya, hermano mayor de la cofradía del Silencio, quien ocupará la vicepresidencia; Alfredo Casas, hermano mayor del Cristo del Perdón, que se encargará de la secretaría; y Gabriel Fernández, hermano mayor del Cristo del Amor, que realizará las funciones de tesorero. Además, Encarni Molina tiene la intención de integrar a gente joven en la entidad, en la que, junto a las hermandades de Pasión, también tendrán representación las hermandades de Gloria (Virgen del Carmen de Las Huertas, Pescadería y Rocío) y Patronal (Virgen del Mar).
Información obtenida en la Voz de Almería.



También será otro componente de la Hermandad Juvenil del del Santo Cristo del Perdón el vocal de Espiritualidad y Formación.



Nueva etapa pues para la Agrupación, en armonía con el equipo saliente, en la que algunos continúan como es el caso de D. Gabriel Fernández y la novedad de tener tres miembros de una misma hermandad en la junta directiva.

NOTA DE AGRADECIMIENTO



La Junta de Gobierno de la Real e Ilustre Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de los Dolores agradece, a los diferentes medios de prensa escrita, radio y televisión, el respeto y afecto mostrados durante nuestro desfile procesional y Estación de Penitencia; así como los elogios recibidos referentes a la organización del desfile y la singular estética de nuestros Titulares.
Valorar el cambio rotundo de los últimos tres años nos oxigena y nos da fuerzas para seguir luchando, por el bien de la Hermandad y de la Semana Santa almeriense.

REALMENTE RESUCITÓ EL SEÑOR

Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. D. Adolfo González Montes,

Obispo de Almería.

REALMENTE RESUCITÓ EL SEÑOR.
Queridos diocesanos:
Para los críticos del cristianismo la fe en la resurrección tiene motivaciones diversas, y han dado forma y cauce a las más diversas teorías. Para unos, en realidad no murió, sino que alguien murió en su lugar. Pensaron otros que pareció que moría, pero todo estaba bien concebido, lo adormecerían con pócima para luego descolgarlo y cuidar de él hasta su plena recuperación. Teorías más inverosímiles que racionales para quien tenga un mínimo conocimiento histórico del suplicio de la cruz practicado en el mundo antiguo, pero más inverosímiles en el caso de Jesús. Cuando el Nazareno llegó a la cruz estaba ya extenuado hasta la muerte, tras la terrible tortura a que fue sometido. Su pronta muerte en la cruz así lo prueba, librándole de que le quebraran las piernas como a los que colgaron con él.
Por eso, conscientes de la inverosimilitud estas teorías, algunos críticos, los más influyentes desde la Ilustración, han preferido negar contundentemente la resurrección, para explicar la fe en ella como resultado de un proceso psicótico padecido por los discípulos y que logró universalizarse como fe mediante el contagio y extensión en el mundo necesitado de liberación y cambio radical. La utopía que representaba el mensaje, que estos críticos quieren ver como meramente social e incluso revolucionario para el cambio de la sociedad del mundo antiguo, sería la explicación del éxito de la fe en la resurrección, un mensaje mistificado después y formulado en clave evanescentemente religiosa hasta convertirse en afirmación de la vida eterna como calmante del dolor de la vida terrena, justificación de la injusticia. La crítica marxista vendría a proponer así la más radical alternativa al cristianismo como alienación religiosa. Con todo, la fuerza de la causa de Jesús llegó a fascinar a otros para argumentar que la fe en la resurrección no podía ser otra cosa que el triunfo de la causa en sí misma; y así, decir que Jesús resucitó sería tanto como afirmar que su causa sigue adelante en esta historia convulsa de los hombres, con mayor o menor incidencia social sobre la vida, porque incluso esta causa puede ser estrictamente religiosa.
No es posible pasar revista a las múltiples teorías sobre la resurrección de quienes la niegan, pero una forma de negación de la resurrección parece haber prendido incluso dentro del cristianismo desde que el teólogo y exegeta Rudolf Bultmann le diera cauce y forma con su propuesta de desmitologizar el lenguaje de los evangelios. La propuesta implica negar los hechos que la acreditan: el sepulcro vacío y las apariciones; y afirmar que fue todo un descubrir, a la luz de la religiosa judía y de las religiones del mundo antiguo, el valor redentor de la muerte de Jesús. Prolongando variantes de este pensamiento, se viene sosteniendo desde hace años que el lenguaje de la resurrección es un caer en la cuenta de que Cristo no podía ser devorado por la muerte.
Hoy la investigación exegética, como siempre la pura razón ha sabido hacerlo, afirma que el sepulcro vacío por sí solo no constituye prueba de la resurrección. Ya lo dijeron los primeros críticos adversarios de Jesús: su cadáver habría sido robado o bien puesto en lugar oculto. Si embargo, el dato neotestamentario del sepulcro vacío no está sólo, sino acompañado de las apariciones. El sepulcro vacío, desde el punto de vista de la historia de las tradiciones históricas evangélicas parece haber tenido su origen en Jerusalén, dato nada despreciable para la sospecha fundada de su historicidad. No sólo porque es concorde con la antropología bíblica, que no da lugar a entender la vida de otra forma que como vida que incluye el cuerpo, más allá de las sombras de la muerte en el sheol del bajo mundo del abismo.
El sepulcro vacío sólo adquiere pleno sentido y fuerza de revelación a la luz de la experiencia de las apariciones, que si fueron algo, no pudieron ser mero proceso discursivo ni reacción consoladora en clave visionaria capaz de llevar a los discípulos a la superación de una tristeza y la depresión ocasionadas por el fracaso del Maestro amado. Ciertamente no pudieron ser revivificaciones al estilo de una resurrección que devuelve a la vida histórica a quien ha estado muerto, pero si sólo fueran estas apariciones narradas por el Nuevo Testamento mero lenguaje de una convicción de los discípulos, narraciones que vehiculan tan sólo un caer en la cuenta de que está vivo el que estaba bien muerto; si sólo fueran esto, serían bien poca cosa. Todavía quedaría a los partidarios de la tesis explicar por qué en el caso de Jesús y los demás no; por qué en su caso ha sido redimido el mundo de sus pecados y en otros casos no. ¿No resultará más milagrosamente milagroso llegar a creer que está vivo el que fue bien muerto? Negar una cierta experiencia de Cristo resucitado en las condiciones de nuestro conocimiento finito e histórico es sucumbir a la lógica de una razón racionalista convertida en criterio de todo lo que no puede admitir, una razón que ni le permite a Dios ser Dios, que ciertamente no es un Dios de los malabarismos, sino el Dios todopoderoso creador del cielo y de la tierra que arrancó a Cristo de la muerte para que el mundo no sucumba a las oscuridades en que el pecado sumerge la inteligencia; igual como sumerge la voluntad y carga de fantasías la memoria hasta tornarla incapaz de reconocer la verdad de las cosas vividas que dan identidad a un ser humano.
El realismo de la descripción de la resurrección por las santas mujeres y los discípulos, fundamento de la fe de la Iglesia, es alternativo a la fantasía que también a los antiguos les parecía falta de realidad: la resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico sin dejar de ser trascendente, aunque no es reducible al control empírico de la ciencia, que, por lo demás, es incapaz de acaparar para sí misma todo lo que el hombre puede históricamente conocer.
Con mi afecto y bendición. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería
Información obtenida en:
http://www.diocesisalmeria.es

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (20, 1-9)

DOMINGO, 8 DE ABRIL DE 2012.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (20,1-9):
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN (18, 1-19,42)

VIERNES, 6 DE ABRIL DE 2012.



Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan (18,1–19,42).



C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:



+ «¿A quién buscáis?»



C. Le contestaron:



S. «A Jesús, el Nazareno.»



C. Les dijo Jesús:



+ «Yo soy.»



C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:



+ «¿A quién buscáis?»



C. Ellos dijeron:



S. «A Jesús, el Nazareno.»



C. Jesús contestó:



+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»



C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:



+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»



C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:



S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»



C. Él dijo:



S. «No lo soy.»



C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:



+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»



C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»



C. Jesús respondió:



+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»



C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:



S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»



C. Él lo negó, diciendo:



S. «No lo soy.»



C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:



S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»



C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:



S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»



C. Le contestaron:



S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»



C. Pilato les dijo:



S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»



C. Los judíos le dijeron:



S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»



C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:



S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»



C. Jesús le contestó:



+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»



C. Pilato replicó:



S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»



C. Jesús le contestó:



+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»



C. Pilato le dijo:



S. «Conque, ¿tú eres rey?»



C. Jesús le contestó:



+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»



C. Pilato le dijo:



S. «Y, ¿qué es la verdad?»



C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:



S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»



C. Volvieron a gritar:



S. «A ése no, a Barrabás.»



C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:



S. «¡Salve, rey de los judíos!»



C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:



S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»



C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color purpúra. Pilato les dijo:



S. «Aquí lo tenéis.»



C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:



S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»



C. Pilato les dijo:



S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»



C. Los judíos le contestaron:



S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»



C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:



S. «¿De dónde eres tú?»



C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:



S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»



C. Jesús le contestó:



+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»



C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:



S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»



C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:



S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»



C. Ellos gritaron:



S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»



C. Pilato les dijo:



S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»



C. Contestaron los sumos sacerdotes:



S. «No tenemos más rey que al César.»



C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:



S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»



C. Pilato les contestó:



S. «Lo escrito, escrito está.»



C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:



S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»



C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:



+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»



C. Luego, dijo al discípulo:



+ «Ahí tienes a tu madre.»



C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:



+ «Tengo sed.»



C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:



+ «Está cumplido.»



C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.



Palabra del Señor

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (13, 1-15




Lectura del Santo Evangelio según San Juan (13,1-15).




Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.




Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»




Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»




Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»




Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»




Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»




Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»




Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»




Palabra del Señor

LA ORDEN DE SAN CLEMENTE ACOMPAÑARÁ AL CRISTO YACENTE ESTE VIERNES SANTO DE 2012

D. Rafael Leopoldo Aguilera y D. Miguel Cazorla,

Caballeros de la Orden de San Clemente,

junto a otros caballeros de la misma Orden.

La idea de la Orden de San Clemente surge de miembros de otras órdenes como la del Santo Sepulcro de Jerusalén, la de Malta o Infanzones de Illescas. El por qué del nombre de San Clemente, proviene de una tradición y sentimiento unido a la Fe.
Si San Fernando le dedica el día de San Clemente (23 de noviembre) a la Ciudad de Sevilla, por medio de Él surge igualmente una vinculación de la Orden al Rey Santo, siendo esta la primera Orden netamente sevillana, que sirve, además, a los conventos de clausura.
De hecho la capa es sencilla, tal y como lo es el hábito de las monjas de clausura, muy similar en este caso al usado por las jerónimas de Santa Paula, con el añadido de los colores fernandinos. Al principio se creó como una asociación civil en 1986/87, siendo su primer presidente Juan Foronda y con el beneplácito del Cardenal Carlos Amigo, que ha sido prácticamente el padre de la misma
Para que esta Orden fuera una Institución seria y dentro de la Iglesia, por votación y a partir del año 2004, con decreto de 23 de noviembre de 2004, día de San Clemente, siendo ya presidente Antonio María González-Pacheco y Vázquez, paso a ser Orden de Caballeros de San Clemente de Sevilla, paso a ser una institución privada de derecho privado de la Archidiócesis de Sevilla y dada de alta en el Ministerio de Justicia dentro de instituciones religiosas y con la aprobación de la Conferencia Episcopal. De hecho los diplomas los emite el Cardenal, refrendados por el Canciller y el Presidente.
La Orden tiene un reflejo muy grande fuera de Sevilla, con delegaciones en otras provincias y en Italia, Portugal, Méjico o Colombia y en constante expansión.
Igualmente la Orden tiene tres clases de componentes: caballeros, comendadores y caballeros con gran cruz, aparte tiene caballeros con medalla de honor, caso del Cardenal de Sevilla.
Los estatutos marcan como fines de la Orden más importantes: colaborar con la acción evangelizadora de la Iglesia, con las instituciones diocesanas (seminario, parroquia, etc) y centros benéfico asistenciales (asociaciones contra la leucemia, inserción social de presos), colaboración con hermandades (acogida de niños Bielorrusos, Centro de Estimulación Precoz, etc...) y como fin principal, la ayuda a los conventos de clausura.
Esta Orden está abierta para sensibilidades de elaboración caso del ecumenismo y para entrar ya en la orden, la primera condición es ser católico, luego el perfil humano de cada uno y luego la cuota/donativo mínimo, aunque el que entra a postular aporta según su perfil. La Orden quiere ser una comunidad viva, para lo cual también el trabajo es una cualidad altamente apreciada, sin cualidades impositivas y cuyas armas son "extender el evangelio".


Rafael L. Aguilera.

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS (15, 1-39)

DOMINGO, 1 DE ABRIL DE 2012.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él respondió:

+ «Tú lo dices.»

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:

S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»

C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:

S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. «¡Salve, rey de los judíos!»

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, jesús clamó con voz potente:

+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»

C. Que significa:

+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. «Mira, está llamando a Elías.»

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
Palabra del Señor