FILIOQUE


Aparecida por primera vez en los siglos V y VI, la adición al Credo de las palabras «y del Hijo» (Filioque) se hizo común en el Imperio franco desde comienzos del siglo IX. La fórmula «del Padre a través del Hijo» (a Patre per Filiutn) vio la luz en Nicea II (787). Al ser introducidas estas palabras en su liturgia por los monjes francos de Jerusalén, algunos monjes orientales se opusieron a ellas. Carlomagno el año 810 apeló al papa León 111 (795-816), quien aprobó la doctrina pero rechazó las adiciones al credo. Focio, patriarca de Constantinopla, el año 860 condenó tanto el contenido como el hecho de la adición al credo. Consideró que destruía el papel del Padre como principio único en la Trinidad. Pero se trataba más de un ataque contra los misioneros latinos de Bulgaria que contra Roma, que aún no había introducido la adición en su liturgia. En el sínodo de Focio celebrado el 879-880 (>Constantinopla IV) un grupo anatematizó cualquier añadido de «falsas palabras» al credo, pero sin mencionar expresamente el Filioque. A mediados de la década del 880 Focio volvió a atacar el añadido en una carta al arzobispo de Aquileya. El año 1014 Benedicto VIII introdujo oficialmente el Filioque en el credo que se recitaba normalmente en la misa. La cuestión del Filioque jugó un papel importante en las excomuniones mutuas del 1054.
El problema en esta primera fase de la controversia era una diferencia de lenguaje trinitario entre la teología de Oriente y la teología de Occidente, que era todavía algo flexible en la terminología. Occidente, siguiendo a Agustín, tendía a partir de la unidad de Dios; Oriente partía de la Trinidad manifestada en la historia de la salvación, y luego se esforzaba en afirmar la unidad de la Divinidad trina y una. A medida que las posturas se endurecían, el Filioque se convirtió en la principal queja de la Iglesia oriental contra Occidente. Dejó de ser sólo una cuestión de teología trinitaria, para convertirse en una querella en torno al papel del papado. En la Iglesia latina se defendió la adición. Anselmo valoró pero rechazó la fórmula griega «del Padre a través del Hijo» y aceptó el Filioque, pero otros teólogos, como santo Tomás de Aquino, señalaron la equivalencia esencial de las diferentes fórmulas usadas en Oriente y en Occidente.
Después de un intento fracasado de resolver la controversia en Lyon II en 1274, se acordó en el Concilio de Florencia que tanto la fórmula latina como la oriental eran válidas; los griegos admitieron que los latinos no estaban en la herejía y el Filioque, por su parte, no fue impuesto en Oriente. Tras el rechazo de Florencia por los griegos, el Filioque siguió siendo un contencioso entre Oriente y Occidente. Aunque Occidente reclamaba de Oriente la aceptación del Filioque, nunca rechazó la legitimidad de la expresión oriental «a través del Hijo».
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