Párroco de San Pedro Apóstol y Consiliario de la Real y Muy Ilustre
Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de los Dolores.
Almería.
Fragmento de fotografía realizada por D. Felipe Ortiz.
SEMANA SANTA
Queridos hermanos de la Hermandad del Santo Entierro:
Una vez más, el ruego de los buenos amigos, me impulsa a insertar este breve artículo en el boletín de la Hermandad del Santo Entierro y la Virgen de los Dolores, que radica en esta Parroquia de San Pedro Apóstol, sin otra pretensión que hacer luz en este mundo inquieto y lúcido de las Cofradías y Hermandades, en el que tanto bien pueden hacer. Ojalá que todo el mundo cofradiero sienta esta inquietud y se apreste a sembrar la divina semilla de la fe y el amor.
Es la Cuaresma un tiempo precioso que nos prepara para la Semana Santa, con toda razón llamada Semana Mayor. La Pasión, Muerte y Resurrección del Señor es el centro del culto cristiano y manifiesta también ese sublime misterio de amor de un Dios que se autoentrega para abrir al hombre la puerta de su autorrealización.
Por esta razón, nuestros mayores celebraban la Semana Santa con esa profundidad de pensamiento y gravedad en los gestos, reveladores del misterio de amor con que Dios salva al hombre.
En Cristo, muerto y resucitado, tenemos la sublime escuela de autentica humanidad.
Por eso la Cuaresma es, ante todo, un tiempo de preparación para la celebración de la Pascua del Señor. Nos preparamos por la contemplación y el seguimiento del Señor. No podemos quedamos en la simple admiración y el comentario, sino en la vivencia y autenticidad de la fe; tomando en serio lo que Jesús dice y hace. Nos preparamos por la renovación de nuestro bautismo y por la verdadera penitencia. La vida cristiana no puede quedar en un mero perfeccionamiento moral, sino en una profundización de nuestra condición de bautizados.
Además de este enfoque cristocéntrico, la Iglesia quiere que se viva la dimensión social de esta preparación. No podemos permanecer indiferentes ante la situación de nuestro prójimo y nos enseña a compartir nuestro pan de cada día con el prójimo más necesitado, también hijo del mismo Padre celestial. Es el pan que nos une con Dios y con los hermanos, formando con ellos una única y misma familia. Familia que debemos formar todos los que queremos combatir el hambre de pan, de cultura, y de Dios. El hambre — dice el Papa Benedicto XVI — es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada día mayores dimensiones. Todos hemos de poner nuestro empeño por desterrar esta lacra que frena el desarrollo de la humanidad.
Es mi deseo, y espero que se cumpla, el que el Evangelio se haga vida en nuestras vidas. Bienaventurados los que dan de comer al que tiene hambre.
Con mis mejores saludos para todos los hermanos cofrades, de los que espero la generosa voluntariedad que siempre tuvieron en la celebración de la Semana Santa.
Siempre vuestroSacerdote y amigo
Esteban Belmonte Pérez
Queridos hermanos de la Hermandad del Santo Entierro:
Una vez más, el ruego de los buenos amigos, me impulsa a insertar este breve artículo en el boletín de la Hermandad del Santo Entierro y la Virgen de los Dolores, que radica en esta Parroquia de San Pedro Apóstol, sin otra pretensión que hacer luz en este mundo inquieto y lúcido de las Cofradías y Hermandades, en el que tanto bien pueden hacer. Ojalá que todo el mundo cofradiero sienta esta inquietud y se apreste a sembrar la divina semilla de la fe y el amor.
Es la Cuaresma un tiempo precioso que nos prepara para la Semana Santa, con toda razón llamada Semana Mayor. La Pasión, Muerte y Resurrección del Señor es el centro del culto cristiano y manifiesta también ese sublime misterio de amor de un Dios que se autoentrega para abrir al hombre la puerta de su autorrealización.
Por esta razón, nuestros mayores celebraban la Semana Santa con esa profundidad de pensamiento y gravedad en los gestos, reveladores del misterio de amor con que Dios salva al hombre.
En Cristo, muerto y resucitado, tenemos la sublime escuela de autentica humanidad.
Por eso la Cuaresma es, ante todo, un tiempo de preparación para la celebración de la Pascua del Señor. Nos preparamos por la contemplación y el seguimiento del Señor. No podemos quedamos en la simple admiración y el comentario, sino en la vivencia y autenticidad de la fe; tomando en serio lo que Jesús dice y hace. Nos preparamos por la renovación de nuestro bautismo y por la verdadera penitencia. La vida cristiana no puede quedar en un mero perfeccionamiento moral, sino en una profundización de nuestra condición de bautizados.
Además de este enfoque cristocéntrico, la Iglesia quiere que se viva la dimensión social de esta preparación. No podemos permanecer indiferentes ante la situación de nuestro prójimo y nos enseña a compartir nuestro pan de cada día con el prójimo más necesitado, también hijo del mismo Padre celestial. Es el pan que nos une con Dios y con los hermanos, formando con ellos una única y misma familia. Familia que debemos formar todos los que queremos combatir el hambre de pan, de cultura, y de Dios. El hambre — dice el Papa Benedicto XVI — es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada día mayores dimensiones. Todos hemos de poner nuestro empeño por desterrar esta lacra que frena el desarrollo de la humanidad.
Es mi deseo, y espero que se cumpla, el que el Evangelio se haga vida en nuestras vidas. Bienaventurados los que dan de comer al que tiene hambre.
Con mis mejores saludos para todos los hermanos cofrades, de los que espero la generosa voluntariedad que siempre tuvieron en la celebración de la Semana Santa.
Siempre vuestroSacerdote y amigo
Esteban Belmonte Pérez
Párroco de San Pedro Apóstol y Consiliario de la Hdad. del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de los Dolores.
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